Sympathy for Lady Vengeance (Korea, 2005)

"¿Lo has matado ya? Todavía no. He estado ocupada."

Director: Park Chan Wook
Guion: Seo-gyeong Jeong, Park Chan Wook
Reparto: Yeong-ae Lee, Min-sik Choi, Shi-hoo Kim, Yea-young Kwon

Geum-ja Lee pasa 13 años en la cárcel por un asesinato que no ha cometido, aunque ella misma confesó el crimen. Durante ese tiempo, solo pensará en el deseo de venganza hacia la persona que la obligó a confesar. Lo que no sabe es que ella no es la única que ha sufrido a manos de Mr. Baek...

Sympathy for Lady Vengeance es la tercera entrega en la trilogía de la venganza de Park Chan Wook. Una última película sublime que culmina en un clímax de venganza encabezado por Yeong-ae Lee. Lady Vengeance presenta a un personaje principal femenino muy carismático, que se debate entre el blanco y el rojo, seguir hacia adelante o anclarse en la venganza. El reparto incluye como antagonista al magnífico Choi Min-sik en el papel de Mr. Baek. Un personaje detestable del cual borda su interpretación. 

Lo más característico de esta película, dejando a un lado a Geum-ja Lee, es la dirección de fotografía, arropada por una banda sonora espectacular (como anécdota, deciros que la canción que canta Jenny a su madre, es una nana popular de Catalunya). Park Chan Wook ideó este film para que empezara en color y éste fuera desvaneciéndose al blanco y negro tintando algunos objetos de color. Aunque no pudo acabar proyectando esta idea en cines por temas de tiempo, sí que estrenó esta versión en el dvd koreano. Y es que el color y la ausencia de él, es la clave para entender lo que Park Chan Wook nos muestra: una mujer abocada a la desesperación por culpa de un hombre, 13 años de pensamientos vengativos, el descubrimiento del ser madre y la profunda maldad del ser humano.

Poco más os puedo decir sin destriparos la película entera, únicamente recomendaros que la veáis, si aún no lo habéis hecho, y que disfrutéis de un Park Chan Wook que se sale.

Lo mejor: La magnífica caracterización de Geum-ja Lee (Yeong-ae Lee).

Lo peor: Darte cuenta de la cruel realidad.